Este siglo las guerras serán por el agua, así como en las últimas décadas han sido -y siguen siendo- por el control del petróleo.
Hace diez años se anunció que para 2025 un tercio de la población mundial sufriría escasez de agua. Ya se alcanzó ese umbral.
“La población mundial se triplicó en el siglo XX, pero el consumo de agua aumentó siete veces”, dice Maude Barlow en su libro Convenio Azul. “Para 2050, (…) sólo para cubrir nuestras necesidades requeriremos un aumento del 80% en el suministro de agua. Nadie sabe de dónde la sacaremos”.
Las existencias de agua se ven afectadas por el deterioro de las cuencas como consecuencia de la deforestación y la erosión del suelo. También se ven afectadas por el cambio climático. El calentamiento global está provocando el deshielo acelerado de los glaciares.
La escasez también se ha convertido en motivo de conflicto, en especial cuando una fuente de agua, como un gran río, sirve a más de un país.
En su reciente libro Water, Steven Solomon describe la creciente tensión por los recursos de agua compartidos del Nilo, en tanto en la cuenca del río Jordán, “israelíes, palestinos, jordanos y sirios compiten por el control y la división de los escasos recursos”.
También puede haber una competencia similar dentro de un país. Según Population Reports, en el oeste de Estados Unidos los agricultores que quieren más agua para riego se enfrentan a las zonas urbanas que exigen más agua para uso doméstico y municipal.
Otra cuestión es la lucha por la posesión y distribución de los escasos recursos de agua. Maude Barlow describe en su libro las recientes políticas de privatización, que se esparció a los países en desarrollo a través de préstamos y proyectos del Banco Mundial, lo que ha tenido efectos adversos para la población al recurso.
Todo esto es tan grave como el cambio climático, porque el agua es el producto más necesario para todo el mundo y su escasez afecta tanto a la salud humana como a la geopolítica.
Como dice Solomon, “así como los conflictos petroleros fueron centrales en la historia del siglo XX, la lucha por agua potable seguramente será un nuevo punto crucial para el orden mundial y el destino de la civilización”.
Por eso es necesario reconocer la situación crítica del agua, cuya solución debe ocupar el primer lugar de la agenda mundial y las nacionales.
Hace diez años se anunció que para 2025 un tercio de la población mundial sufriría escasez de agua. Ya se alcanzó ese umbral.
“La población mundial se triplicó en el siglo XX, pero el consumo de agua aumentó siete veces”, dice Maude Barlow en su libro Convenio Azul. “Para 2050, (…) sólo para cubrir nuestras necesidades requeriremos un aumento del 80% en el suministro de agua. Nadie sabe de dónde la sacaremos”.
Las existencias de agua se ven afectadas por el deterioro de las cuencas como consecuencia de la deforestación y la erosión del suelo. También se ven afectadas por el cambio climático. El calentamiento global está provocando el deshielo acelerado de los glaciares.
La escasez también se ha convertido en motivo de conflicto, en especial cuando una fuente de agua, como un gran río, sirve a más de un país.
En su reciente libro Water, Steven Solomon describe la creciente tensión por los recursos de agua compartidos del Nilo, en tanto en la cuenca del río Jordán, “israelíes, palestinos, jordanos y sirios compiten por el control y la división de los escasos recursos”.
También puede haber una competencia similar dentro de un país. Según Population Reports, en el oeste de Estados Unidos los agricultores que quieren más agua para riego se enfrentan a las zonas urbanas que exigen más agua para uso doméstico y municipal.
Otra cuestión es la lucha por la posesión y distribución de los escasos recursos de agua. Maude Barlow describe en su libro las recientes políticas de privatización, que se esparció a los países en desarrollo a través de préstamos y proyectos del Banco Mundial, lo que ha tenido efectos adversos para la población al recurso.
Todo esto es tan grave como el cambio climático, porque el agua es el producto más necesario para todo el mundo y su escasez afecta tanto a la salud humana como a la geopolítica.
Como dice Solomon, “así como los conflictos petroleros fueron centrales en la historia del siglo XX, la lucha por agua potable seguramente será un nuevo punto crucial para el orden mundial y el destino de la civilización”.
Por eso es necesario reconocer la situación crítica del agua, cuya solución debe ocupar el primer lugar de la agenda mundial y las nacionales.
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