País que cultivaba todo el arroz que necesitaba
Hermite Joseph, una madre que trabaja en los mercados de Puerto Príncipe, le dijo al periodista Nick Whalen que sus dos niños son como “pequeños palillos”, porque no están suficientemente alimentados. Antes, con un dólar veinticinco centavos se podían comprar verduras, algo de arroz, diez centavos de carbón y un poco de aceite de cocina. Ahora, sólo una pequeña cantidad de arroz cuesta 65 centavos, y de mala calidad. El aceite, 25 centavos. El carbón, 25 centavos. Un dólar veinticinco centavos ya ni siquiera alcanza para hacer un plato de arroz para un niño”.
El programa alimentario de la iglesia de Santa Clara, en Tiplas Kazo, un barrio de Puerto Príncipe, sirve 1.000 comidas diarias gratuitas, casi todas a chicos hambrientos, cinco veces a la semana, conjuntamente con la Fundación What If. Los niños de Cite Soleil han llegado a caminar 8 kilómetros hasta la iglesia para poder comer. El costo del arroz, de las judías, las verduras, de la carne, las especias, del aceite comestible, del propano para la cocina, se ha incrementado de forma alarmante. Y debido al aumento del precio de los alimentos, las porciones de comida se han reducido. Pero el hambre está aumentando y más y más niños van a por la comida gratis. A los adultos con hambre se les suele permitir comer las sobras una vez que los chicos se han saciado, pero ahora hay cada vez menos sobras.
Opinando sobre Haití el 18 de abril pasado, el The New York Times dijo que “su industria agrícola es un caos, necesita alimentarse mejor a sí misma”. Desafortunadamente, el artículo no decía absolutamente nada sobre una de las principales causas de la escasez: el hecho de que los Estados Unidos y otras instituciones financieras internacionales han destruido a los agricultores arroceros haitianos para ampliar el mercado del subsidiado arroz de los agricultores estadounidenses. Esta no es la única causa de la hambruna en Haití y otros países pobres, pero es su principal motor.
Treinta años atrás, Haití producía casi todo el arroz que necesitaba. ¿Qué ha sucedido? En 1986, tras la expulsión de el dictador haitiano, Jean Claude “Baby Doc” Duvalier, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo un préstamo a Haití por 24,6 millones de dólares, dado que se necesitaban fondos desesperadamente (Baby Doc asaltó el tesoro en su huida). Pero, para obtener el préstamo del Fondo, se exigía que Haití redujera sus aranceles comerciales que protegían su producción arrocera y de otros productos agrícolas con la finalidad de que se abrieran los mercados del país a la competencia con otros países. Los Estados Unidos fueron, por mucho, la principal voz en las decisiones del FMI.
El doctor Paul Farmer estaba entonces en Haití, y vio lo que sucedería: “antes de dos años será imposible para los agricultores haitianos competir con lo que ellos llaman el ‘arroz de Miami’. Todo el mercado de arroz local en Haití se desmoronará cuando el arroz estadounidense, barato y subsidiado o incluso en la forma de ‘ayuda alimentaria’, invada el mercado. Habrá violencia, ‘guerras por el arroz’ y se perderán muchas vidas”.
“El arroz estadounidense invadió el país”, recordó Charles Suffrard, un importante productor de arroz en Haití en una entrevista con el Washington Post en 2000. Hacia 1987 y 1988, había tanto arroz entrando al país que muchos productores dejaron de trabajar la tierra. El padre Gerard Jean-Juste, un cura haitiano que había sido pastor en la iglesia de Santa Clara y un defensor manifiesto de los Derechos Humanos, concuerda: “en la década de los 80, el arroz importado se vertía en el país a un precio muy por debajo del costo de lo que nuestros agricultores podían producirlo. Éstos perdieron sus trabajos y huyeron a las ciudades. Después de unos pocos años de arroz barato importado, la producción local cayó estrepitosamente”. Aun así, la comunidad empresarial internacional no estaba satisfecha. En 1994, EEUU, el FMI y el Banco Mundial pusieron como condición para ayudar al presidente electo Jean Baptiste Aristide al reasumir su cargo, que Haití abriera aun más sus mercados.
Pero si Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, ¿qué razón pudo tener Estados Unidos para destruir el mercado del arroz de este diminuto país? No cabe duda de que Haití es pobre. La Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos informa que el ingreso anual per capita es menor a los 400 dólares. La ONU señala que la esperanza de vida en Haití es de 59 años, mientras que en Estados Unidos es de 78. Alrededor del 78% de los haitianos malvive con menos de 2 dólares al día, y más de la mitad lo hace con menos de un dólar diario.
Haití se ha convertido en uno de los principales importadores de arroz estadounidense. Las cifras de 2008 que ha mostrado el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos muestran que Haití es el tercer mayor importador de arroz procedente de ese país (alrededor de 243.000 toneladas de arroz). El negocio del arroz está fuertemente subsidiado en los Estados Unidos. Estos subsidios representaron el monto de 11 mil millones de dólares entre 1995 y 2006. Un solo productor, Riceland Foods Inc. de Stuttgart, Arkansas, recibió alrededor de 500 millones de dólares en subsidios al arroz entre 1995 y 2006. El Instituto Cato informó recientemente que el arroz es una de las materias primas a la que más contundentemente se ayuda en los Estados Unidos –con tres subsidios diferentes que alcanzan los mil millones de dólares por año desde 1998, y que se proyecta que alcancen una media de 700 millones por año hasta 2015. ¿El resultado? “en los países pobres, decenas de millones de cultivadores de arroz se han visto imposibilitados de sacar a sus familias de la pobreza debido a los precios más baratos y volátiles, producto de las políticas intervencionistas de otros países”.
Además de los tres subsidios para los productores de arroz, en Estados Unidos existen barreras arancelarias directas del 3% al 24%, informa Daniel Griswold del Instituto Cato –exactamente el mismo tipo de protecciones, aunque mucho más altas, que el FMI y los Estados Unidos exigieron a Haití eliminar entre las décadas de los 80 y 90—.
La protección de los productores de arroz estadounidenses va aun más lejos. Una noticia que se publicó en 2006 en el Washington Post señalaba que el gobierno federal había pagado al menos 1,3 mil millones de dólares en subsidios a la producción de arroz y otros granos desde el 2000, a individuos que jamás habían cultivado nada; incluyendo 490.000 a un cirujano de Houston que había comprado un terreno cerca de esa localidad en el que alguna vez se había cultivado arroz. Y no son sólo los agricultores haitianos los que han sido damnificados.
Paul Farmer vio que esto también les sucedía a los productores de azúcar: “Haití, otrora el mayor exportador de azúcar y otros productos tropicales a Europa, comenzó a importar hasta azúcar, de la producción que recogen los Estados Unidos de sus plantaciones en la República Dominicana y Florida. Fue terrible ver a los agricultores haitianos quedarse sin trabajo. Todo esto aceleró la espiral descendente que condujo a las revueltas de hambre de este mes”.
Después de estas revueltas y protestas, el presidente de Haití, Rene Preval, acordó reducir durante el mes siguiente el precio del arroz a 43 dólares la bolsa de 50 kg, que se estaba vendiendo a 51 dólares. Nadie piensa que una reducción por un mes hará algo más que retrasar por unas pocas semanas el terrible sufrimiento por hambre.
Haití está muy lejos de ser el único en esta crisis. The Economist informa que mil millones de personas en el mundo viven con un dólar al día. El grupo de medios estadounidense Voice of America, informó que alrededor de 850 millones de personas sufrían hambre antes de la última escalada de precios. Treinta y tres países están en riesgo de convulsiones sociales provocadas por el aumento del precio de los alimentos, le dijo al Wall Street Journal el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. Cuando los países tienen muchas personas que gastan ¾ partes de sus ingresos diarios en comida, “no hay margen de supervivencia”.
En los Estados Unidos la gente está sintiendo los problemas mundiales en el surtidor de gasolina y en el supermercado. La gente de clase media puede disminuir sus viajes o comprar cortes de carne más baratos. El número de personas que reciben subsidios alimentarios alcanzó un record histórico. Pero en los países pobres, donde la desnutrición y el hambre eran la norma antes del aumento de precios, no hay alternativas para evitarlo excepto no comer. Esto es lo que produce las revueltas de hambre. En el corto plazo, la comunidad internacional está enviando bolsas de arroz a Haití. Venezuela envió 350 toneladas de comida. Estados Unidos se comprometió a aportar 200 millones de dólares extra para aliviar el hambre en el mundo. La ONU se ha comprometido a distribuir más alimentos.
¿Qué puede hacerse a mediano plazo? Estados Unidos brinda una buena parte de la ayuda alimentaria mundial, pero lo hace de tal manera que sólo la mitad de los dólares gastados llega en realidad a la gente con hambre. La ley norteamericana exige que la ayuda alimentaria sea comprada a los productores estadounidenses, procesada y envasada en Estados Unidos, y transportada en buques de ese país –lo cual representa el 50% del dinero destinado-. Un pequeño cambio en la ley estadounidense que permita al menos alguna compra local de alimentos, permitiría alimentar muchas más personas y además mantener los mercados agrícolas domésticos.
¿Qué debe hacerse en el largo plazo? El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien visitó Haití la semana pasada, dijo que “los países ricos necesitan reducir los subsidios agrícolas y barreras arancelarias para permitir que los países pobres generen ingresos con las exportaciones de alimentos. O el mundo soluciona el injusto sistema de intercambios, o cada vez que hay un problema como en Haití adoptamos medidas de emergencia y enviamos un poco de comida para aliviar temporalmente el hambre”. Los ciudadanos estadounidenses saben muy poco acerca del papel de su gobierno en la creación de los problemas de hambre en Haití o en otros países. Pero los individuos pueden hacer mucho. La gente puede hacer donaciones para ayudar a alimentar a individuos hambrientos y participar apoyando organizaciones como Pan Para el Mundo (Bread for the World) u Oxfam para ayudar a cambiar las reglas estadounidenses y mundiales que favorecen a los países ricos. Este apoyo puede ayudar a los países a aumentar las oportunidades de alimentarse a sí mismos.
Mientras tanto, Merisma Jean-Claudel, una joven graduada de bachillerato en Puerto Príncipe le dijo al periodista Wadner Pierre “… la gente no puede comprar comida. El precio de la gasolina va en aumento. Es muy difícil para nosotros. El costo de vida es nuestra principal preocupación; no tener paz en el estómago significa no tener la mente en paz. Me pregunto si otros sobrevivirán en los próximos días porque las cosas están muy, muy difíciles”.
“En el llano, la gente está muy hambrienta”, denunció el hermano Jean-Juste. “Nuestro país debe abrir comedores de emergencia inmediatamente, para paliar el hambre hasta que podamos conseguirles empleo. Para el largo plazo, necesitamos invertir en irrigación, transporte y demás tipos de asistencia para nuestros agricultores y trabajadores”.
En Puerto Príncipe, algo de arroz llegó en los últimos días. Una escuela que funciona en la parroquia de Sant-Juste recibió varias bolsas de arroz. Tenían arroz crudo para 1000 chicos, pero aún tuvieron que pedir ayuda. No había dinero para carbón, o aceite.
Jervais Rodman, un carpintero desempleado con tres hijos estuvo el sábado en la larga fila para obtener arroz y judías donadas por la ONU en Puerto Príncipe. Cuando Rodman tuvo las pequeñas bolsas, le dijo a Ben Fox, de Associated Press: “las judías deben durarnos cuatro días. El arroz se terminará tan pronto como llegue a casa”.
El programa alimentario de la iglesia de Santa Clara, en Tiplas Kazo, un barrio de Puerto Príncipe, sirve 1.000 comidas diarias gratuitas, casi todas a chicos hambrientos, cinco veces a la semana, conjuntamente con la Fundación What If. Los niños de Cite Soleil han llegado a caminar 8 kilómetros hasta la iglesia para poder comer. El costo del arroz, de las judías, las verduras, de la carne, las especias, del aceite comestible, del propano para la cocina, se ha incrementado de forma alarmante. Y debido al aumento del precio de los alimentos, las porciones de comida se han reducido. Pero el hambre está aumentando y más y más niños van a por la comida gratis. A los adultos con hambre se les suele permitir comer las sobras una vez que los chicos se han saciado, pero ahora hay cada vez menos sobras.
Opinando sobre Haití el 18 de abril pasado, el The New York Times dijo que “su industria agrícola es un caos, necesita alimentarse mejor a sí misma”. Desafortunadamente, el artículo no decía absolutamente nada sobre una de las principales causas de la escasez: el hecho de que los Estados Unidos y otras instituciones financieras internacionales han destruido a los agricultores arroceros haitianos para ampliar el mercado del subsidiado arroz de los agricultores estadounidenses. Esta no es la única causa de la hambruna en Haití y otros países pobres, pero es su principal motor.
Treinta años atrás, Haití producía casi todo el arroz que necesitaba. ¿Qué ha sucedido? En 1986, tras la expulsión de el dictador haitiano, Jean Claude “Baby Doc” Duvalier, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo un préstamo a Haití por 24,6 millones de dólares, dado que se necesitaban fondos desesperadamente (Baby Doc asaltó el tesoro en su huida). Pero, para obtener el préstamo del Fondo, se exigía que Haití redujera sus aranceles comerciales que protegían su producción arrocera y de otros productos agrícolas con la finalidad de que se abrieran los mercados del país a la competencia con otros países. Los Estados Unidos fueron, por mucho, la principal voz en las decisiones del FMI.
El doctor Paul Farmer estaba entonces en Haití, y vio lo que sucedería: “antes de dos años será imposible para los agricultores haitianos competir con lo que ellos llaman el ‘arroz de Miami’. Todo el mercado de arroz local en Haití se desmoronará cuando el arroz estadounidense, barato y subsidiado o incluso en la forma de ‘ayuda alimentaria’, invada el mercado. Habrá violencia, ‘guerras por el arroz’ y se perderán muchas vidas”.
“El arroz estadounidense invadió el país”, recordó Charles Suffrard, un importante productor de arroz en Haití en una entrevista con el Washington Post en 2000. Hacia 1987 y 1988, había tanto arroz entrando al país que muchos productores dejaron de trabajar la tierra. El padre Gerard Jean-Juste, un cura haitiano que había sido pastor en la iglesia de Santa Clara y un defensor manifiesto de los Derechos Humanos, concuerda: “en la década de los 80, el arroz importado se vertía en el país a un precio muy por debajo del costo de lo que nuestros agricultores podían producirlo. Éstos perdieron sus trabajos y huyeron a las ciudades. Después de unos pocos años de arroz barato importado, la producción local cayó estrepitosamente”. Aun así, la comunidad empresarial internacional no estaba satisfecha. En 1994, EEUU, el FMI y el Banco Mundial pusieron como condición para ayudar al presidente electo Jean Baptiste Aristide al reasumir su cargo, que Haití abriera aun más sus mercados.
Pero si Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, ¿qué razón pudo tener Estados Unidos para destruir el mercado del arroz de este diminuto país? No cabe duda de que Haití es pobre. La Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos informa que el ingreso anual per capita es menor a los 400 dólares. La ONU señala que la esperanza de vida en Haití es de 59 años, mientras que en Estados Unidos es de 78. Alrededor del 78% de los haitianos malvive con menos de 2 dólares al día, y más de la mitad lo hace con menos de un dólar diario.
Haití se ha convertido en uno de los principales importadores de arroz estadounidense. Las cifras de 2008 que ha mostrado el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos muestran que Haití es el tercer mayor importador de arroz procedente de ese país (alrededor de 243.000 toneladas de arroz). El negocio del arroz está fuertemente subsidiado en los Estados Unidos. Estos subsidios representaron el monto de 11 mil millones de dólares entre 1995 y 2006. Un solo productor, Riceland Foods Inc. de Stuttgart, Arkansas, recibió alrededor de 500 millones de dólares en subsidios al arroz entre 1995 y 2006. El Instituto Cato informó recientemente que el arroz es una de las materias primas a la que más contundentemente se ayuda en los Estados Unidos –con tres subsidios diferentes que alcanzan los mil millones de dólares por año desde 1998, y que se proyecta que alcancen una media de 700 millones por año hasta 2015. ¿El resultado? “en los países pobres, decenas de millones de cultivadores de arroz se han visto imposibilitados de sacar a sus familias de la pobreza debido a los precios más baratos y volátiles, producto de las políticas intervencionistas de otros países”.
Además de los tres subsidios para los productores de arroz, en Estados Unidos existen barreras arancelarias directas del 3% al 24%, informa Daniel Griswold del Instituto Cato –exactamente el mismo tipo de protecciones, aunque mucho más altas, que el FMI y los Estados Unidos exigieron a Haití eliminar entre las décadas de los 80 y 90—.
La protección de los productores de arroz estadounidenses va aun más lejos. Una noticia que se publicó en 2006 en el Washington Post señalaba que el gobierno federal había pagado al menos 1,3 mil millones de dólares en subsidios a la producción de arroz y otros granos desde el 2000, a individuos que jamás habían cultivado nada; incluyendo 490.000 a un cirujano de Houston que había comprado un terreno cerca de esa localidad en el que alguna vez se había cultivado arroz. Y no son sólo los agricultores haitianos los que han sido damnificados.
Paul Farmer vio que esto también les sucedía a los productores de azúcar: “Haití, otrora el mayor exportador de azúcar y otros productos tropicales a Europa, comenzó a importar hasta azúcar, de la producción que recogen los Estados Unidos de sus plantaciones en la República Dominicana y Florida. Fue terrible ver a los agricultores haitianos quedarse sin trabajo. Todo esto aceleró la espiral descendente que condujo a las revueltas de hambre de este mes”.
Después de estas revueltas y protestas, el presidente de Haití, Rene Preval, acordó reducir durante el mes siguiente el precio del arroz a 43 dólares la bolsa de 50 kg, que se estaba vendiendo a 51 dólares. Nadie piensa que una reducción por un mes hará algo más que retrasar por unas pocas semanas el terrible sufrimiento por hambre.
Haití está muy lejos de ser el único en esta crisis. The Economist informa que mil millones de personas en el mundo viven con un dólar al día. El grupo de medios estadounidense Voice of America, informó que alrededor de 850 millones de personas sufrían hambre antes de la última escalada de precios. Treinta y tres países están en riesgo de convulsiones sociales provocadas por el aumento del precio de los alimentos, le dijo al Wall Street Journal el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. Cuando los países tienen muchas personas que gastan ¾ partes de sus ingresos diarios en comida, “no hay margen de supervivencia”.
En los Estados Unidos la gente está sintiendo los problemas mundiales en el surtidor de gasolina y en el supermercado. La gente de clase media puede disminuir sus viajes o comprar cortes de carne más baratos. El número de personas que reciben subsidios alimentarios alcanzó un record histórico. Pero en los países pobres, donde la desnutrición y el hambre eran la norma antes del aumento de precios, no hay alternativas para evitarlo excepto no comer. Esto es lo que produce las revueltas de hambre. En el corto plazo, la comunidad internacional está enviando bolsas de arroz a Haití. Venezuela envió 350 toneladas de comida. Estados Unidos se comprometió a aportar 200 millones de dólares extra para aliviar el hambre en el mundo. La ONU se ha comprometido a distribuir más alimentos.
¿Qué puede hacerse a mediano plazo? Estados Unidos brinda una buena parte de la ayuda alimentaria mundial, pero lo hace de tal manera que sólo la mitad de los dólares gastados llega en realidad a la gente con hambre. La ley norteamericana exige que la ayuda alimentaria sea comprada a los productores estadounidenses, procesada y envasada en Estados Unidos, y transportada en buques de ese país –lo cual representa el 50% del dinero destinado-. Un pequeño cambio en la ley estadounidense que permita al menos alguna compra local de alimentos, permitiría alimentar muchas más personas y además mantener los mercados agrícolas domésticos.
¿Qué debe hacerse en el largo plazo? El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien visitó Haití la semana pasada, dijo que “los países ricos necesitan reducir los subsidios agrícolas y barreras arancelarias para permitir que los países pobres generen ingresos con las exportaciones de alimentos. O el mundo soluciona el injusto sistema de intercambios, o cada vez que hay un problema como en Haití adoptamos medidas de emergencia y enviamos un poco de comida para aliviar temporalmente el hambre”. Los ciudadanos estadounidenses saben muy poco acerca del papel de su gobierno en la creación de los problemas de hambre en Haití o en otros países. Pero los individuos pueden hacer mucho. La gente puede hacer donaciones para ayudar a alimentar a individuos hambrientos y participar apoyando organizaciones como Pan Para el Mundo (Bread for the World) u Oxfam para ayudar a cambiar las reglas estadounidenses y mundiales que favorecen a los países ricos. Este apoyo puede ayudar a los países a aumentar las oportunidades de alimentarse a sí mismos.
Mientras tanto, Merisma Jean-Claudel, una joven graduada de bachillerato en Puerto Príncipe le dijo al periodista Wadner Pierre “… la gente no puede comprar comida. El precio de la gasolina va en aumento. Es muy difícil para nosotros. El costo de vida es nuestra principal preocupación; no tener paz en el estómago significa no tener la mente en paz. Me pregunto si otros sobrevivirán en los próximos días porque las cosas están muy, muy difíciles”.
“En el llano, la gente está muy hambrienta”, denunció el hermano Jean-Juste. “Nuestro país debe abrir comedores de emergencia inmediatamente, para paliar el hambre hasta que podamos conseguirles empleo. Para el largo plazo, necesitamos invertir en irrigación, transporte y demás tipos de asistencia para nuestros agricultores y trabajadores”.
En Puerto Príncipe, algo de arroz llegó en los últimos días. Una escuela que funciona en la parroquia de Sant-Juste recibió varias bolsas de arroz. Tenían arroz crudo para 1000 chicos, pero aún tuvieron que pedir ayuda. No había dinero para carbón, o aceite.
Jervais Rodman, un carpintero desempleado con tres hijos estuvo el sábado en la larga fila para obtener arroz y judías donadas por la ONU en Puerto Príncipe. Cuando Rodman tuvo las pequeñas bolsas, le dijo a Ben Fox, de Associated Press: “las judías deben durarnos cuatro días. El arroz se terminará tan pronto como llegue a casa”.
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