miércoles, 20 de enero de 2010

Inasible por naturaleza

Trabajaba en un bar cuando era muy joven. Una noche -al terminar la jornada- , reponía la cerveza de la congeladora, entonces ocurrió algo imprevisible: una de las botellas estalló.

De otro hecho como éste no he sabido nunca, una botella no debe romperse, no se rompe nunca cuando se le manipula; el movimiento que hacia era mecánico, nada brusco, no he golpeado la botella, pero inexplicablemente se hizo pedazos.

He visto la espuma blanca aparecer violentamente, he escuchado un fuerte estallido y he sentido un pequeño golpe -también percibí su sonido- contra el hueso y sobre el ojo izquierdo. Sorprendido me he cubierto con la mano adivinando el corte.

El proyectil no pudo ir más allá del hueso orbital, el corte tenía la forma larga de una “V” invertida (llevó la cicatriz), me quedó un pedazo de piel colgando desde la ceja. 15 puntos me pusieron.

Instantáneamente fui conciente de lo raro del suceso –por lo inaudito del estallido de la botella- y por haber salvado, por poquito uno de los ojos. Si el vidrio me hubiera tocado menos de 1 cm. abajo o menos de un 1 cm. a la derecha habría comprometido el globo ocular.

Ahora menos de 1 cm. en mi cara es muchísima distancia pero ¿qué significa en la trayectoria desde su origen? al estallar una variación de ángulo muy, - pero muy – pequeña; tenía mis dos brazos completamente extendidos y dos botellas agarradas por el pico en cada mano, estalló la segunda contando desde la derecha

Sólo me golpeó uno de los vidrios de los muchos que salieron despedidos ¿por qué no me dejo tuerto? Pura suerte y punto, para que perder el tiempo discerniendo un suceso que -sin mayor consecuencia- resulta prosaico.

He sentido, - como todos- , la prolongada y dolorosa ausencia de Dios, la soledad, la orfandad. Pero a veces, de vez en cuando, ocurre algo, que te hace saber que te has salvado por un pelo.

Si Dios existe (parece permanentemente de retiro, no digo vacaciones, pero es lo mismo). Si queremos creerlo, si necesitamos creerlo, si queremos asirnos a una brizna insignificante, podemos encontrarlo con toda seguridad en los pequeños hechos fortuitos.


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